domingo, 4 de diciembre de 2011

Ultimate X: El resurgir de los mutantes

Jeph Loeb y Arthur Adams relatan el renacimiento de los personajes más perseguidos del Universo Ultimate


El amanecer del siglo XXI trajo también una reformulación completa de la industria del cómic, motivada por el éxito que las adaptaciones cinematográficas de diversos personajes estaba teniendo lugar, sin que hasta ese momento el papel impreso pudiera capitalizarlo. Fue esta última circunstancia la que provocó un cambio en la cúpula de Marvel, que se produjo el 30 de agosto de 2000, una vez constatado que los entonces dirigentes de La Casa de las Ideas no estaba sabiendo aprovechar la espectacular afluencia de público con que estaba contando el estreno de X-Men.

Con la llegada a la cúpula de Marvel de Joe Quesada, como Director Editorial, y de Bill Jemas, como Presidente, una de las primeras y más importantes misiones que ambos se marcaron consistía en ofrecer una nueva línea de cómics que pudiera atraer el lector neófito, habitualmente abrumado por la complicación que suponía acceder a un cosmos conectado que por entonces estaba próximo a cumplir las cuatro décadas de existencia. Fue así como nació Ground Zero, un proyecto que, antes de salir a la luz, adquiriría el nombre con el que se ha hecho conocido entre nosotros. Ultimate.

La piedra de toque del nuevo sello fue Ultimate Spider-Man, cuyo lanzamiento, en octubre de 2000, pilló con la guardia baja a todos los lectores y recibió un aplauso unánime, por su versión moderna, fresca y sin complejos del trepamuros. Si aquel semi-desconocido llamado Brian Michael Bendis había conseguido reinventar a Spidey, y de paso reinventar la narrativa del cómic de superhéroes, ¿qué no sería capaz de hacer con los mutantes Mark Millar, el provocador guionista de The Authority?

La respuesta llegó en febrero de 2001, cuando vio la luz el primer número de Ultimate X-Men. Herederos, a partes iguales, de la sofisticación de la película, y del impulso revolucionario que tuviera la etapa de Chris Claremont y John Byrne a finales de los setenta, los hombres-X de Millar apostaban por una espectacular interpretación de los mitos mutantes, en la que todo era llevado a sus extremos de manera tan inteligente como desafiante: El primer número se abría con un Centinela asesinando mutantes sin miramientos... ¡Y no era más que el comienzo! El núcleo de los personajes, tanto héroes como villanos, estaba formado por aquellos que habían aparecido en la película, y el tono de la misma permanecía intacto, pero Millar, con la ineludible colaboración de los dibujantes Adam y Andy Kubert, conseguía intensificarlo exponencialmente, aprovechando todas las herramientas que el Noveno Arte ponía a su disposición.

A lo largo de su etapa en el título, el guionista llevaría a cabo una irreprochable reconstrucción de los grandes hitos de La Patrulla-X, en un orden casi milimétrico y paralelo al de las opciones que barajaba la franquicia cinematográfica para sus entonces hipotéticas secuelas, y tomando a su vez elementos de los cómics originales. Allí estaba Arma X, Proteus, el Club Fuego Infernal, Fénix y, sobre todo, Magneto y su Hermandad de Mutantes. ¡Era lo mejor de los dos mundos! Transcurridos tres provechosos años, Millar dejaría la serie, que quedaría en manos de sustitutos de altura, como Brian Michael Bendis, Brian K. Vaughn y Robert Kirkman en la parte literaria, siendo David Finch, Stuart Immonen o Tom Raney, entre otros, quienes darían la réplica artística.

Sin embargo, y pese a los esfuerzos de éstos, Ultimate X-Men fue perdiendo progresivamente sus bríos iniciales. Lo que en un principio se leía como una serie distinta a todas las demás que estaban en el mercado fue penetrando en la senda de la "normalidad". Llegado un determinado punto, ya no era sorprendente, ya no era desafiante... ¡Ya no era Ultimate X-Men! Hacía falta un sonoro golpe encima de la mesa que cambiara esa tendencia, y ese golpe recibió el nombre de Ultimatum (2008-09. Marvel Graphic Novels. Ultimatum). A lo largo de una demoledora saga en cinco partes, Jeph Loeb, un guionista sin miedo a romper jarrones chinos, y el viejo conocido de la casa David Finch narraron el combate definitivo entre Magneto y la humanidad, un apocalíptico choque en el curso del cual murió la plana mayor de los héroes y villanos del Universo Ultimate, entre ellos muchos de los hombres-X y sus enemigos.

En la lista de bajas estaban incluidos los más importantes, como Lobezno, Cíclope, el Profesor Xavier o Magneto, pero también otros, que se habían ganado un lugar en el corazón de los lectores: El Ángel, La Bestia, Dazzler, Emma Frost, Rondador Nocturno, Polaris, La Mole, Juggernaut... ¿Qué es lo que pretendían realmente Loeb y Marvel con semejante masacre? Muy sencillo: devolver la atención de los lectores al Universo Ultimate, pero también convertirlo en un lugar imprevisible, donde cualquier cosa pudiera ocurrir, incluso lo que pareciera imposible.

Es en ese contexto, en el que los mutantes vuelven a ser señalados como el principal peligro a erradicar de la faz de la Tierra (tal y como ocurría en el comienzo de Ultimate X-Men), donde se sitúa este proyecto, Ultimate Comics: X, que apuesta por desvelar el destino del homo superior dentro de este cosmos particular. Lo paradójico del caso es que es el propio Jeph Loeb, quien firmó la hoja de defunción, el que ahora se hace cargo del nuevo alumbramiento. Aquí se debe recordar que estamos ante un autor de dos caras. Es capaz de hacer obras palomiteras al máximo, que parecen verdaderos blockbusters veraniegos dirigidos por Michael Bay, y por las que recibe más palos que una estera... Y a su vez es capaz de acometer proyectos con un eminente tono clásico y nostálgico, como pudieran ser Superman: Las cuatro estaciones, Batman: El largo Halloween, o su serie de colores para Marvel (Daredevil: Yellow, Spider-Man: Blue y Hulk: Grey), donde el recurso primario es la minuciosa caracterización de los protagonistas, la búsqueda de la conexión emocional con los lectores y la recreación nostálgica de un tiempo pasado. Estas obras, al contrario que las primeras, sí consiguen la aclamación popular y el aplauso de la crítica.

Ultimate Comics. X se sitúa en el segundo apartado, con un estilo que mantiene claras influencias del primigenio Ultimate Spiderman y una trama que sigue la estructura narrativa clásica de las aventuras de fundación de equipo, en especial el Giant-Size X-Men #1 USA (1975. Marvel Gold. La Imposible Patrulla-X nº 1). Esto es, con la presentación pausada de un puñado de personajes que son reclutados por una suerte de mentor para formar parte de un nuevo grupo de superhéroes. Entre los miembros, hay algún que otro viejo conocido junto con mutantes nunca antes vistos, y todos mantienen alguna particular conexión con el pasado.

El toque clásico queda apuntalado por la labor gráfica de Arthur Adams, el que fuera uno de los dibujantes más destacados de la Franquicia Mutante durante los años ochenta, especialmente recordado por La Patrulla-X: Las guerras asgardianas. Adams, precursor en aquel entonces de la influencia manga y el detallismo excesivo que luego serían moneda común en los noventa, no suele prodigarse en exceso, dada su reconocida lentitud, pero suele contestar afirmativamente a las llamadas de Loeb, un autor con el que ha colaborado en ocasiones puntuales y con el que siempre se ha divertido extraordinariamente.

Ése es, ni más ni menos, el propósito principal de este cómic, que cumple con creces. Pero Ultimate Comics. X también nos enseña que, después de la tragedia ocurrida, después de toda esa muerte y destrucción, aguarda un mañana esperanzador dentro del Universo Ultimate, y los mutantes formarán parte esencial del mismo.

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